¿Te has parado a pensar alguna vez como funciona un chupete? Un bebé llora y se lo damos para que se calme. El mecanismo el simple. Pero ¿qué estamos haciendo realmente? El chupete actúa como estímulo que alivia las emociones desagradables del momento, pero en ocasiones también funciona como censura. Busca eliminar esa emoción etiquetada de negativa sin enfrentarse a ella o aprender a gestionarla de ninguna otra forma. Este mecanismo se convierte en un aprendizaje a lo largo de los años y se transforma en una carencia en la gestión de nuestras emociones.   

Una vez de adultos buscamos nuevos mecanismos que nos den esa calma inmediata. Acudimos entonces a ese chupete digital. Nos envolvemos en los numerosos estímulos del mundo tecnológico, acallando las emociones que no queremos sentir y desconectando a nivel emocional con lo que nos pasa internamente. 

¿Y dónde estaría el problema de todo esto? Que esas emociones que evitamos sentir y que no estamos exteriorizando de forma sana, acaban rebotando, proyectándose en diferentes áreas de nuestra vida, generándonos gran malestar.   

Por ello, lo fundamental es, al igual que deberíamos hacer con los bebés, tener un espacio y un momento para el desahogo, donde se puedan poner en palabras las emociones que se nos presentan, sin censura ni calificativo, encontrándole una explicación y un sentido a aquello que sentimos. 

Desde POP, cada día encontramos una necesidad mayor de dar, tanto a niños como adultos, herramientas que interiorizar, que permitan a las personas gestionar su mundo interno de manera más adecuada, y así conseguir un mayor bienestar y éxito en la vida.