¿Conoces el sentimiento de culpa al poner límites en tus relaciones o practicar el autocuidado? ¿O te pones objetivos y metas que sabes que son imposibles de cumplir? La sociedad actual está más orientada que nunca hacia el rendimiento y la productividad, a esa necesidad constante de ‘hacer cosas’ para sentirse válido. Y la terapia es el espacio para trabajar la autoexigencia y salir de ese bucle de culpa que desgasta más de lo que creemos.
Está bien ser responsable, querer dar lo mejor de uno mismo en todos los ámbitos de la vida, incluso ser exigente o perfeccionista. Ahora bien, el problema viene cuando llevamos todo eso al extremo y lo que parece un rasgo positivo de la personalidad termina siendo una carga para la autoestima y el bienestar.
¿Qué es la autoexigencia y cómo se relaciona con la culpa?
La autoexigencia es la tendencia a ponernos objetivos demasiado altos, muchas veces irreales, y medir nuestro valor según si los cumplimos o no. Lo vemos a diario en el trabajo, los estudios, las relaciones familiares y hasta en actividades de ocio que, en teoría, deberían servir para relajarte y desconectar.
En un nivel sano, la autoexigencia es positiva para el crecimiento personal y la autoestima. Pero el problema llega cuando tienes la sensación constante de que, hagas lo que hagas, siempre podrías haberlo hecho un poco mejor. Y ese pensamiento de no ser capaz de cumplir con tus propias expectativas o fallar en tus objetivos es lo que abre la puerta al sentimiento de culpa.
Lógicamente, en terapia a diario vemos cómo la culpa y la autoexigencia están mucho más relacionadas de lo que parece. Y la causa no siempre es la misma. A veces, por una infancia en la que el reconocimiento o la valía dependían de las notas académicas; otras, por un entorno laboral (incluso familiar o con amigos) hipercompetitivo y hasta por rasgos de personalidad, como la alta sensibilidad. La terapia es el espacio para entender esa relación, de dónde viene la autoexigencia y trabajarla, antes o después de que aparezca la culpa.
Consecuencias emocionales de vivir con autoexigencia
Las personas autoexigentes no lo son en entornos concretos ni en situaciones puntuales. Con el tiempo, termina instalándose en todos los aspectos de tu vida como un patrón emocional y mental, con el malestar que a su vez provoca. Estas son las principales consecuencias:
- Ansiedad constante: como nunca es suficiente, la mente no descansa y está siempre en modo alerta.
- Estrés crónico: la sensación de presión permanente aumenta el riesgo de sufrir agotamiento físico y mental.
- Baja autoestima: sentir que no eres válido, porque los logros nunca están al nivel de lo que te exiges.
- Culpa recurrente: incluso situaciones cotidianas, tienes un sentimiento constante de culpa y la sensación de que podrías haberlo hecho mejor.
- Dificultad para disfrutar: tienes una voz interior que te recuerda todo lo que tienes que hacer, incluso en tu tiempo libre o en los momentos que deberían ser para ti. Aquí también suele aparecer la culpa, a veces por estar descansando en lugar de hacer cualquier otra cosa más productiva.
- Relaciones complicadas: la autoexigencia normalmente se traslada al entorno y genera tensiones con amigos, pareja, familia o compañeros de trabajo.
Por supuesto, la autoexigencia y la culpa constantes también tiene consecuencias físicas, como insomnio, problemas digestivos, dolores musculares, migraña o sensación de cansancio extremo. La mayoría de problemas de salud mental y trastornos que no se tratan en terapia terminan pasando al plano físico.
Estrategias psicológicas para aliviarla
Romper con todos estos patrones no es fácil, porque no basta con tener fuerza de voluntad ni el deseo de querer dejar atrás la culpa o la autoexigencia. Sin embargo, sí que puedes dar pequeños pasos para estar mejor:
- Identifica el origen de esos pensamientos: ¿son tuyos, de la infancia o las has aprendido de tu entorno? Tomar conciencia del origen de estos problemas ayuda a relativizarlos.
- Practica la autocompasión: háblate bien, con amabilidad y de la misma manera que harías con un amigo o familiar. Por ejemplo, cambiar frases como ‘soy un desastre’ por ‘estoy aprendiendo’ ya es un gran paso.
- Replantea tus objetivos: no todo tiene que ser perfecto. Fíjate metas que sean realistas, alcanzables y que te motiven, pero que no te generen una presión innecesaria.
- Acepta el error como parte del proceso: los errores no son fracasos, sirven para avanzar y son una gran fuente de aprendizaje.
- Descansa sin culpa: aprende a parar, a desconectar y a disfrutar de los momentos de ocio sin esa voz interior que te dice que deberías estar aprovechando siempre el tiempo.
- Celebra los pequeños logros: reconoce cada avance, por pequeño que sea, porque eso refuerza la autoestima y contrarresta esa sensación de no sentirte suficiente.
El papel de la terapia en el proceso de cambio
El paso más grande que puedes dar, además de poner en práctica los consejos anteriores, es acudir a terapia psicológica. En POP Empower entendemos que la psicología debe tener un enfoque 360º para que entiendas cómo funcionan los patrones de culpa y autoexigencia, de dónde vienen y cómo afectan a otras áreas de tu vida.
Nuestro equipo de psicólogos/as online te proporcionan siempre un espacio seguro para expresar lo que sientes sin miedo y entrenan tu psicología, igual que lo harías con tu cuerpo en un gimnasio. Además, ponen a tu disposición herramientas para identificar pensamientos automáticos que solo alimentan la autoexigencia y reemplazarlos por otros más sanos, junto con recursos para gestionar la ansiedad, el estrés o regularte emocionalmente. Si la culpa te pesa en tu día a día, la terapia te puede ayudar a liberarla.